"Ay Saraí, Saraí, Saraí... tu y esa manía de tratar de preservar al máximo una flor arrancada cuando sabes que tarde o temprano, indiscutiblemente, morirá. Primero luce tan bella, te atrapa y tu quieres hacer lo más que se pueda para mantenerla fuerte. Le tienes fe, le das agua, tratas de conservarla firme y fresca, pero final y tristemente, se marchita. Luego sigues tu ritual de conservar unos cuantos pétalos: quien sabe, quizá sirvan para después o serán un pequeño recuerdo."
Sin embargo...no, no me gusta del todo. Pasan los días y veo como se van acabando.
Florece. |
Tratas de salvarla. |
Muere. |
¡Decidido! Mejor siembro unas cuantas semillas o me compro una plantita en maceta. La riego, la cuido, crece, mantiene sus raíces y su belleza, está viva y no en una existencia un tanto artificial como la de las flores arrancadas. Éstas son bonitas ¡Por supuesto! Y me dan cosas bellas, pero, es efímero, frágil y pasajero. Si quiero puedo conservar un vestigio de su existencia, algo que me haga recordar momentos, pero debo pensar que no están vivas, que ya no son ni serán lo que fueron.
En lugar de tratar de "rehabilitar" una flor que está destinada rotundamente a una muerte rápida, mejor cultiva y ayuda a crecer. No es bueno insistir demasiado en algo -o alguien- que sabes ya está muerto, aunque por fuera muestre una frescura que, finalmente, se esfumará.
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