jueves, 21 de marzo de 2013

Había una vez...

Había una vez una chica que quiso mucho a un chico.
Ella decidió confiar en él, esto era una acción un tanto forzada de su parte.
Deseaba de verdad querer y ser querida.
Muchas cosas se tergiversaron (como suele suceder).
Ella confió demasiado -y demasiado rápido también-. Digamos que su urgencia la orilló a eso.
Y vivió, si, vivió muchas situaciones. Su cabeza daba vuelcos, su corazón también. Sufrió y gozó.
Experimentó su capricho, que poco a poco quiso concebir como algo real.

Comprobó (no con poco tiempo) la certeza de eso que dicen por todas partes. Eso que las personas como ella en aquellas circunstancias  suelen evadir: la verdad siempre sale a flote...
puede doler... pero también libera...

Había una vez una chica que quiso mucho, de una forma que llegó a sorprenderla.
Pero sería un martirio reprocharse por haber querido, cuando eso es precisamente lo que sostiene este mundo.
Al final ella quedó satisfecha, feliz consigo misma: se atrevió, se arriesgó, se demostró muchas cosas, continuó en el juego, pero esta vez en su propio juego. La vida nunca se detuvo.

Había una vez una chica que quiso... y que se quiere mucho...


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