martes, 23 de abril de 2013

La soledad de los números primos

Porque -miedo le daba admitirlo- cuando estaba con ella sentía que valía la pena hacer todas esas cosas normales que hacen las personas normales.
*  *  *
Me estoy volviendo loca, pensaba a veces. Pero no le importaba. Al contrario, sonreía satisfecha, porque por fin elegía ella.
*  *  *  
-¿Recuerdas la primera vez que te llevé en coche?- le dijo- me habían entregado el carnet hace menos de una hora.
- Ya, y entre tantas cobayas me elegiste a mí.
Alice se dijo que no era verdad, que no lo había elegido entre nadie; no había pensado en alguien más.
*  *  *
Bien sabía lo que tenía que hacer: volver con ella y sentarse a su lado, cogerle la mano y decirle que no tenía que haberse ido, y besarla, besarla una y otra vez, hasta que no pudieran dejar de besarse. Ocurría en las películas y ocurría en la vida real, todos los días. La gente no perdía el tiempo, se aferraba a unas pocas casualidades y fundaba sobre ellas su existencia. Tenía que decirle a Alice que ahí estaba, o irse de nuevo, tomar el primer avión y regresar al lugar donde había vivido como en vilo todos aquellos años.
Sí, lo había aprendido. Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida [...] Esta vez los reconocía: eran esos segundos y no volvería a equivocarse.


Paolo Giordano. La Soledad de los números primos.

2 comentarios:

  1. Me encanto este texto, es un libro verdad? :D

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    1. Si, así es :)muy recomendable por cierto ;) estos son fragmentos de la historia, saludos!

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